sábado, 15 de octubre de 2016

Reflexión 15: el poder del docente en el aula

En esta entrada hablaré de un documental  en el que una profesora realiza un experimento a sus alumnos en 1985 para tratar el tema del racismo y la discriminación. 

Este experimento consiste en lo siguiente: los niños de una clase tienen ojos azules y ojos marrones. Mientras que el primer día los niños de ojos azules van a llevar la voz cantante, aquellos de ojos marrones actuarán como discriminados. Lo que para los niños significaba un simple juego, acabó por afectarles a nivel personal. El primer día, la profesora hizo creer a los niños de ojos azules que estos eran más inteligentes que los demás, y que dispondrían de más ventajas que sus otros compañeros, como por ejemplo tener más tiempo de recreo. En este mismo día, tanto por la mañana como por la tarde, los niños de ojos marrones se sintieron inferiores, pues les tocaba actuar como unos niños torpes y menos inteligentes. De este modo, una parte de la clase era discriminada por la otra mitad, hasta el punto de que ambos bandos se lo creían y esto causaba malestar. Sin embargo, y lo que resulta más importante, los dos grupos comprendieron lo mal que se sentirían sus compañeros, sintiendo lo que ellos sentían y compadeciéndose de ellos cuando su rol no era el superior. Aprenden entonces que no se puede juzgar a los demás por cosas banales como el color de sus ojos, su pelo o su piel.

Yo creo que el problema reside en la sociedad. En las calles los niños perciben, observan, juzgan e interpretan la vida a través de lo que ven sus ojos. Los niños puedes escuchar cosas de todo tipo por la calle, cosas buenas pero también características peyorativas como "¡eh! mira ese negro de ahí". Esto se agrava cuando este tipo de vocabulario - como negro en vez de persona de color - se usa en los alrededores en los que se encuentra el niño. Estos tienen que aprender a distinguir lo que está bien de lo que está mal, pero al ser tan pequeños, no lo pueden descubrir por sí solos. Por ello, creo que la familia debe intervenir al 100% en la educación de su hijo en este sentido. Es la educación que le dan en casa la que que el niño tiene que tener clara desde el principio y, a mayores, los colegios e institutos deberían crear programas especiales en la educación primaria para fomentar la importancia de estos problemas, ayudar a resolverlos y corregir posibles comportamientos inadecuados que los niños puedan presentar. 
Si tengo un hijo y le digo que lo correcto es no reírse de la gente, que ese comportamiento es inadecuado y lo castigo cuando se ríe de alguien, el niño aprenderá a no hacerlo y, de hecho, si alguna vez se ríe de otro chico, acabará por sentirse mal consigo mismo. Los niños son como esponjas y no solo en el sentido de aprender todo tipo de cosas con rapidez, sino que los valores que se le inculquen son los que tomará como válidos en su día a día.

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